23 de julio de 2011

El genio de las letras.

Sucedió en una provincia desconocida donde cada año se come cerdo asado al horno y donde se coronan mil reinas de todo tipo, atendiendo a las cosechas, los animales, los lugares, los alimentos, etc. Durante cuatro años consecutivos el mismo jurado premió al mismo escritor en el único evento literario comarcano, frente a doscientos cincuenta escritores, si se les puede decir, quienes se atrevieron heróicamente a confrontarlo conociendo desde luego los resultados. Eran doscientos cincuenta aparecidos, pues a diferencia del tetraconsagrado en la aldea, estos escritorcillos solamente habían ganado concursos de prosa y verso en lugares sin importancia como España, México, Estados Unidos, Inglaterra y Francia.

Puesto que los más de dos centenas se negaron a enfrentarlo nuevamente conociendo su avasalladora personalidad, el jurado, con una sapiencia digna del rey Salomón, sentenció que el tetra era un auténtico genio y que por tanto no debía participar en el máximo evento de la aldea. Así lo hizo saber en el acta de premiación, donde se lee: “Incipientes escritores enviaron sus producciones a este certamen pretendiendo confundir al jurado con su retórica trasnochada abusando cada quien de su autoestima. Por unanimidad se ha determinado que él y solo él es digno de merecer elogios por su perfecto manejo del idioma y la preciosa conducción de sus relaciones sociales. No se piense que por ser nuestro amigo este dechado de virtudes literarias, a un punto de tocar el cielo, el jurado ha recibido influencia para tomar la decisión a la cual tan juiciosamente se llegó”. La aldea nunca se dio cuenta del acontecimiento por estar embutida en los ajetreos de la danza y el canto, la bebida y la comilona, la especulación, el robo y la estafa.

Después de Leonardo DaVinci, nunca se conoció otro igual, ni ojos admiraron tanta belleza literaria como la presentada por el nunca bien loado y aplaudido genio de las letras del cerdo asado y las reinas coronadas.

17 de julio de 2011

Bobada es bobada. Última Parte.

Bobada grande fue subir las cien gallinas de la finca al zarzo, donde dormíamos, y arrojárselas una tras otra a uno de mis hermanos hasta destripar unas cuantas. Los glúteos me duelen cuando recuerdo la golpiza de mi mamá por ser tan estúpido y revientagallinas.

En otra ocasión, cuando mi pendejada destelló al máximo por lo inmensa, fue cuando, en lugar de buscar los burros y traerlos a casa para cargar la leña, me fui de cazador de pájaros con la cauchera, gastando más de medio día con uno de mis amigotes en tan azarosa aventura. Mi madre me despellejó a rejo las posaderas como penitente promesero, sin poder aprovechar ni los pájaros ni los buenos consejos.

Finalmente la estupidez pasó la raya, porque un día soleado agarré a cazar pirispis con tan buena fortuna que llené dos salones con ellos. Para quienes no los conozcan, se trata de unos animalitos tiernos y delicados, que se dejan atrapar sin resistencia. El problema se complicó cuando sus progenitores, los pirispirispis, se enojaron de verdad, aullaron y pretendieron echar por tierra los salones perdiendo así mi linda colección de microscópicos avechuchos y estar a punto de ser linchado por tales sabandijas y por mis pacientes y despistados lectores.

10 de julio de 2011

Bobada es bobada. II parte.

Fui tragador de caminos, también de paredes y toda clase de terrones, pues el vicio de comer tierra se me había metido en los más profundo del alma como un amigo sincero o como un sancocho de gallina.

A punto de reventar por lo clorótico y transparente se le ocurrió al gobierno trastearme para una colonia vacacional, a mí, a quien nunca había visto ni en sueños un sanitario, simplemente porque en el monte es innecesario un adminículo tal. El desconocimiento de la ley no es excusa, reza la sentencia. De tal manera que el primer día hice mi deposición junto a la taza de porcelana, pues ¿a quién se le ocurriría llenar de excremento una vasija tan valiosa? Para colmo de males no había hojas ni ramas, así que me restregué de arriba a abajo como lambada invertida en una esquina de aquella pieza tan elegante. Tomadas las anatómicas medida por una de las institutrices, fui vapuleado de lo lindo con una vara de totumo.

Soberana ignorancia fue también tratar de detener un toro con un zurriago cuando se me vino encima como suegra enmariguanada y me sopapeó las costillas y las piernas y me dejó más triturado que si me hubiera pasado por encima una motoniveladora.

Fue una estulticia también haberme liado a golpes en la escuela, pues el tal boxeadora sabía donde ponen las garzas, y sobre todo qué ponen, porque me agarró fuertemente de los testículos y me arrastró por donde a él se le dio la regalada gana, hasta cuando se me agotaron las lágrimas. De ahí en adelante pienso que soy un testiculón.

6 de julio de 2011

Bobada es bobada. I parte

¡Ay jueperca, si hasta me duele la cabeza cuando recuerdo mis primeros años! ¿Años digo? ¡No! ¡Siglos!

Lo primero que alcanzo a avizorar es a mi mamá entregándome un tabaco "tumbaviejas", dizque para espantar los zancudos que nos piqueteaban sin misericordia a los seis hermanos. Después supe, aunque tarde como siempre, que a los zancudos les sirve el humo de desodorante.

La ignorancia todo lo soporta. Como cuando me encontró mi papá corriendo detrás del marrano reproductor para cortarle una lombriz en forma de tornillo sin fin que brotaba del vientre del animal.

En esos andurriales de Cunday, en el Oriente del Tolima, donde sólo se habla de violencia, aunque en todo el mundo es igual, me acompañaron siempre la candileja, el mohán, las brujas y las ánimas, que aunque jamás vi tales endriagos, los sentía respirándome en la nuca y reprochándome la madrugadera por la maldita leche. ¡Como si los pobres tuvieramos derecho de escoger profesión!

En fin, a los cinco fui muchacho de ranchería, nombre rimbombante porque no era más que acompañar a la guisandera para que no la asustara la madremonte o la madre de agua.

Así, entre espantos y jornaleros, fui bebiendo mis primeros sorbos de libertad, que se harían permanentes porque los viejos no tenían con qué alimentarnos.

2 de julio de 2011

AMOR MATEMÁTICO

Tu amor y yo somos dos
aunque queremos ser uno.
porque no somos ninguno
cuando queremos ser dos.

Unidos con tanto amor
uno más uno son dos,
porque si es uno por uno
munca llegará a ser dos.

Cuando estamos separados
sentimos no ser ni uno,
pero cuando estamos juntos
somos dos multiplicados.

Separados no sumamos
y unidos multiplicamos,
y cuando nos dividimos
sentimos que nos restamos.

Sumar y multipicar,
dividir para restar,
esa es la cuenta infinita
de dos que saben amar.