6 de julio de 2011

Bobada es bobada. I parte

¡Ay jueperca, si hasta me duele la cabeza cuando recuerdo mis primeros años! ¿Años digo? ¡No! ¡Siglos!

Lo primero que alcanzo a avizorar es a mi mamá entregándome un tabaco "tumbaviejas", dizque para espantar los zancudos que nos piqueteaban sin misericordia a los seis hermanos. Después supe, aunque tarde como siempre, que a los zancudos les sirve el humo de desodorante.

La ignorancia todo lo soporta. Como cuando me encontró mi papá corriendo detrás del marrano reproductor para cortarle una lombriz en forma de tornillo sin fin que brotaba del vientre del animal.

En esos andurriales de Cunday, en el Oriente del Tolima, donde sólo se habla de violencia, aunque en todo el mundo es igual, me acompañaron siempre la candileja, el mohán, las brujas y las ánimas, que aunque jamás vi tales endriagos, los sentía respirándome en la nuca y reprochándome la madrugadera por la maldita leche. ¡Como si los pobres tuvieramos derecho de escoger profesión!

En fin, a los cinco fui muchacho de ranchería, nombre rimbombante porque no era más que acompañar a la guisandera para que no la asustara la madremonte o la madre de agua.

Así, entre espantos y jornaleros, fui bebiendo mis primeros sorbos de libertad, que se harían permanentes porque los viejos no tenían con qué alimentarnos.

2 comentarios:

  1. Que gusto leer estas estampas tan bien narradas, con tan buen gusto, admiro tu afán por conservar el lenguaje autóctono, algo que se nos va perdiendo en las jergas modernas.
    Me encanto.
    Un abrazo.
    Gino

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  2. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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